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miércoles, 22 de febrero de 2012

Swingers

Cada vez son más los ciclos de baile y música swing que se organizan en diferentes centros culturales de la ciudad. Lobo con Swing” se presentó este fin de semana en el Caras y Caretas.


Txt Lautaro Schachmann | Ph gentileza Victoria Sananes (su web/ su flikr)
Ellos no son precisamente lo primero que a uno se le viene a la mente al escuchar o leer la palabra “swingers”. ¿Intercambian parejas? Sí. ¿Sudan, se erotizan y tienen mucho contacto de piel con otras personas? También. La diferencia es que ellos no se juntan con el fin exclusivo de tener sexo con desconocidos o renovar la sexualidad con su pareja mediante encuentros con terceros: ellos, simplemente, bailan. Y cada vez son más los jóvenes, no tan jóvenes, adultos y gente mayor que se calzan los zapatos de charol y se transforman en swingers.
El origen del Swing está en la década del ’30, en Nueva Orleans, Chicago y Nueva York. Tras la Depresión del ’29, cuando salían a divertirse, los nortemericanos buscaban estilos de música para relajarse y disfrutar. Así es como, en diferentes salones de baile –como lo fue el famoso e histórico “Savoy Ballroom” de Chicago–, la gente pasaba horas escuchando y bailando lo que tocaban las diferentes big bands de turno. Las big bands fueron (y son) orquestas de entre diez y quince instrumentistas compuestas por, al menos, una sección de bronces (trompetas, trombones, tuba), una de maderas (clarinete, flautas, saxos) y la sección rítmica (batería, contrabajo, piano y guitarras). Además de los músicos, siempre hay un director que es compositor o arreglador y un solista estrella. Las Big Bands más reconocidas de esa época fueron la de Benny Goodman, Count Basie o Glenn Miller.



De Chicago a Buenos Aires

En enero en Buenos Aires se realizó el sexto festival anual LHAIF (Lindy Hop Argentina International Festival) . El Lindy Hop es un estilo de baile de swing que se baila de a dos, tiene un paso básico de ocho tiempos y se caracteriza por tener pasos abiertos –swing out– mezclados con los clásicos movimientos cerrados de un baile en pareja. Organizado por Gastón Fernández, que junto con Tina Rizza fue uno de los profesores oficiales del ciclo de Lobo con Swing durante el 2011, y apoyado por expertos bailarines, el festival consiste en diferentes shows de coreografías, clases de baile y certámenes en donde un jurado especialista –nacional e internacional– califica a los bailarines que muestran sus destrezas al ton y son de lo que tocan las diferentes bandas. Para el LHAIF viajan a la Argentina bailarines de todo el mundo para dar o tomar clases. Este año tuvo su cierre en el Teatro Mandril a cargo de la joven banda Lobo con swing y llenó todos los días cada una de las fiestas con toda clase de curiosos que buscaron una alternativa distinta y atemporal a la rutinaria noche porteña.




Noches de swing

El sábado pasado en el Centro Cultural Caras y Caretas, Lobo con Swing comenzó con los ciclos de música y baile que ya organizó quincenalmente durante 2011 y que desplegará de manera mensual durante 2012. “A diferencia de lo que se venía haciendo, lo que nosotros pensamos es hacer shows en donde la música la tocamos y adaptamos hacia el baile del Lindy Hop”, le contó a Cultra la clarinetista Paloma Schachmann, y agregó que este año van a continuar ofreciendo conciertos con clase de baile, así como intervenciones de shows de baile de las distintas facetas del Lindy Hop. Participar de alguno de los ciclos es lo más parecido a viajar en el tiempo y volver a esos salones de baile norteamericanos de la década del ’40.

No sólo los músicos salen a escena vestidos de chaleco, boina y corbata, sino que también muchos de los bailarines –tanto sean de niveles básicos, intermedios y avanzados como inexpertos que incursionan por primera vez–, se aparecen lookeados con vestimentas de esa época. Mujeres con vestidos cortos con lunares, maquillados sus ojos y pómulos al estilo de esa época, junto con hombres con pantalón de vestir, saco, camisa y moño o corbata se acercan al lugar y despliegan sus dotes bailarines al ritmo de la banda. Cada vez que el baterista cuenta su “1, 2, 3, 4” y comienza a sonar algún clásico de swing, el varón se acerca a la mujer con la que quiere bailar y la invita girar por la pista sin necesidad de hablarle.

Durante la hora u hora y media que dure el show, las parejas se mueven rápidamente al ritmo de la música. A diferencia del tango, en donde el movimiento es más bien lento y pasional, este baile es en sí ágil, desenfrenado, enérgico y, hasta por momentos, peligroso: los hombres levantan por el aire a las damas, hacen trucos con giros y se mueven por la pista casi siempre al borde del accidente fatal. En esas noches de swing es común ver parejas de baile con grandes diferencias de edad. Los une el mismo leit motiv: swingear hasta que la música se transforme en silencio.



1 comentario:

  1. todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda. excepto quizás bailar.
    BAILAR... BAILAR... BAILAR:

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