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lunes, 10 de septiembre de 2012

24 hour party people


Tensixties, la banda que después de vagar por el mapa ancló en Buenos Aires “for good”.

Txt. Javier Garat | Ph. Ezequiel Sambresqui

Dicen que lo mejor de las entrevistas sucede cuando se apaga el grabador: tienen razón. Mientras el sol bajaba en el patio irreal de Sonora -sala de ensayo de bandas como Jardines de Bruselas o Mimi Maura- y las birras heladas se sucedían, el grabador se apagó misteriosamente. En ese preciso momento Lemrick (norteamericano y guita-rrista), Gibbs (inglés, cantante y compositor) y Koko (argentino y tecladista) confesaron el secreto que los quema por dentro. 

Cuando Santio (argentino y baterista) apareció con su nuevo corte de pelo todos vieron una similitud muy grande con The Kurgan, el enemigo inmortal de Highlander, el protagonista de la película de acción y ficción histórica que lleva su nombre. La cosa se enrareció en una tardecita de su reciente gira patagónica cuando escucharon un gallo malévolo que gritaba desesperadamente: “The Kurgaaaan”. En ese momento comprendieron que su baterista era realmente un guerrero inmortal disfrazado de músico indie para esconderse de sus enemigos milenarios. Parece que el gallo era, siglos atrás, un poderoso rival al cual The Kurgan derrotó y condenó a vagar en forma de ave por el resto de la eternidad. De esta simpática historia salió una canción que amenaza con despegar del piso a unos cuantos cuando suene en su próxima fecha en MOD el 15 de este mes. Bastaría con esto para entender la tonalidad de la banda si no fuera por que todavía hay más.

La historia arranca con Gibbs, quien arma una banda en Liverpool con la que tocó en algunos lugares pequeños. “De repente tuve la certeza de que quería ver más del mundo y me fui de viaje. Estaba en Chile, había juntado un poco de plata para viajar. Me dije a mi mismo que si encontraba un lugar que me gustara pararía por algunos meses. Tenía ganas de hacer música, me dijeron que Buenos Aires era el lugar indicado”, recuerda Gibbs. Lemrick, un productor de Hollywood que escapó justo a tiempo de esa maldita ciudad porque “es un lugar muerto donde a nadie le importa el arte”, agrega: “Yo ya estaba acá. Lo llamé y le dije: ‘Estoy en Buenos Aires. Lo vas a amar’”. Vinieron y alucinaron. Tres meses se transformaron en seis que rápidamente se transformaron en un año. 


Con el rock teatral de Bowie y el sonido alternativo con atmosfera de fiesta de los Happy Mondays como horizonte, Gibbs define a los Tensixties como “pop con algunos guiños inteligentes en las letras”. Se ven como una banda indie en diferentes sentidos. “Personalmente, cuando pienso en bandas indie pienso en The Stone Roses, The Smiths, Oasis o Blur porque así los llamamos en Inglaterra”, explica Gibbs y sigue: “En verdad significa que son independientes pero es también un estilo, un sonido. Cuando era chico significaba que no te gustaba la electrónica sino las bandas de guitarras. Creo que somos indie en los dos sentidos”. Lemrick agrega: “Ser indie depende de la generación a la que perteneces. Acá parece que solo tiene que ver con remeras a rallas blancas y negras y cables de guitarra enrulados ¿Me están jodiendo? Parece más un uniforme. En Estados Unidos no es otra cosa que la nueva manera de ser hipsters. Cada tantos años los nuevos hipsters van a ser diferentes a los últimos y así, es moda. De todos modos es mejor que lo que hacen las corporaciones”. 

Este productor forastero sabe de cambios. De chico iba de recital en recital y de escena en escena: Black Flag, Beastie Boys, Run DMC, Ll Cool J. Cuan-do la cuestión gangsta absorbió al hip hop en los noventa, se alejó. Los buenos tiempos habían terminado. “Definitivamente estos también son buenos tiempos -reflexiona Lemrick- solo que hay tanta información que es difícil que llegue a la gente. Hay escenas increíbles con nueva música pero uno se pierde y al final se rinde”. Los que aún no tienen rumbo ya saben, los Tensixties son un buen dato para comenzar a explorar.


No les interesa grabar un álbum, ellos se concentran en sus recitales. “Tomamos la decisión de hacer música feliz y dar shows que parezcan una fiesta. Nos gusta entretener. A menos que seas Radiohead, si querés hacerlo no podes darte el lujo de sentarte en el escenario y conformarte con ser sensacional”, comenta Gibbs y Lemrick concluye: “Nosotros no somos músicos increíbles, solo usamos más maquillaje que nuestras madres.”


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