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lunes, 27 de junio de 2011

Primer Festival de Jazz Emergente

Txt Gonzalo Sánchez Segovia / Ph Ezequiel Sambresqui

El primer Festival de Jazz Emergente se realizó en el Club Cultural Matienzo con una convocatoria de público llamativa y un amplio menú de bandas y entretenimientos para disfrutar.

Pasadas las 20.30 el Tomás Fares trío abrió el escenario principal. Tocaron composiciones originales de Fares, canciones con melodías suaves que crecían en intensidad a medida que los músicos improvisaban. “Pensamos que a esta hora iba a haber muy poca gente”, celebró el pianista, sorprendido por la convocatoria. 

Aunque las sillas y el espacio se empezaban a quedar cortos, el clima íntimo les permitió a los músicos tocar con pasión. Había grupos de amigos que escuchaban atentos y chicas contenidas por los brazos de sus novios, mientras el murmullo de los recién llegados se apagaba cuando se percataban de la música.

En el segundo piso, en el espacio Matienschön se podía ver una muestra de arte a cargo de Línea Directa, con el jazz como disparador para las diferentes pinturas. Al lado, en el escenario experimental, el dúo Politzer - Robbio (batería y piano) interpretó canciones de música popular sudamericana, de Atahualpa Yupanqui a Antonio Carlos Jobim.

Al mismo tiempo una artista intervino la pared de atrás de los músicos utilizando un proyector y diferentes elementos que armaba y reorganizaba en el momento. Siendo la improvisación tan importante en el jazz, esta experiencia resultó más que interesante, sobre todo por las diferentes texturas y los cambios de iluminación que proponía la intervención mientras acompañaba a la música.

Mucha gente se agolpó en el escenario principal para ver a AK-47, una semi big band de once integrantes que interpretó arreglos originales de standards, canciones típicas del repertorio jazz. Los ocho instrumentos de viento de la banda le dieron un tono más festivo al ambiente.

El amplio espectro musical que integra este género permite melodías complejas y extrañas, que deforman las caras de los músicos a medida que las improvisan; y otras simples o de amor, mucho más amenas y que dibujan sonrisas en los intérpretes. A veces, pareciera que en el jazz se divierte más el músico cuando juega con la improvisación que el público que lo va a ver.

A las 23 Matienzo estaba repleto de gente. Muchos fueron a ver a las bandas y disfrutaban de la música, mientras que otros se amontonaban en los espacios cercanos a los escenarios para comer algo y charlar con las canciones de fondo.

Las sillas debieron ser removidas para que puedan entrar más personas y subió el cuarteto del guitarrista Ramiro Franceschin, que incorporó una novedad en la noche al darle protagonismo principal a la guitarra eléctrica. Cercano a la fusión el cuarteto condimentó la música con una actitud un poco más rockera, aunque a nadie se le ocurrió hacer pogo.

Las cabezas del público se movían hacia atrás y adelante en un asentimiento constante que aprobaba el swing de los grupos que pasaron por los dos escenarios. Con el correr de las horas, y de los tragos, el transito entre los distintos pisos de Matienzo se intensificó y las bandas tocaron hasta pasadas las 3. La fiesta continuó hasta las últimas horas de la madrugada en el exitoso primer Festival de Jazz Emergente.

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